Mi querido Ángel de la guarda, gracias por protegerme esta noche de todo mal, tanto del alma como del cuerpo, especialmente del pecado mortal por el cual te pido hoy.
Ángel guardián mío, ¡protégeme hoy!
Defiéndeme del diablo y de los hombres.
Cuida mis ojos para que no vean lo que no deben ver,
cuida mis oídos para que no escuchen lo que no deben escuchar,
cuida mi mente y mi corazón para que no piense en lo que no debo pensar,
cuida mi boca para que no diga palabras que no debo decir.
Protégeme del orgullo, la soberbia, la envidia, la pereza, la lujuria, la ira y cualquier exceso pecaminoso.
Cuida mi salud y todo lo que me pertenece por la misericordia de Dios.
Anímame a encontrarme con Dios con más frecuencia en la oración, en los sacramentos, en la Palabra de Dios y especialmente en la Eucaristía.
Anímame a tener un agradecimiento sincero hacia Dios y hacia todos aquellos que me hacen el bien.
Incesantemente, anímame a amar y respetar a los demás.
Anímame a realizar mi trabajo y mis deberes de manera responsable, sabia y con amor.
Anímame a tener un deseo constante de cambiar y ser una mejor persona.
Anímame a dar testimonio de mi fe en Cristo Salvador y Redentor con mi ejemplo y palabras en el momento y de la manera correcta.
Protégeme de la inquietud y el miedo.
Dios te envió a mí, para ayudarme a heredar el cielo. Anímame a colaborar constantemente con el Espíritu Santo y a confiar en la ayuda, especialmente de la Bienaventurada Virgen María.
Ángel guardián mío, llévame de manera segura al Reino celestial, al nuevo cielo y a la nueva tierra, donde reina la paz, la justicia y el amor.
Y perdóname por no haber confiado tanto en tu ayuda hasta ahora y por haber impedido con mi incredulidad que me sirvas como tú y Jesús, quien te envió, deseaban.
Amén.
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