Santa Faustina Kowalska, una de las más grandes místicas de la Iglesia del siglo XX, mientras rezaba ante el PreMundoim, escribió en su diario esta hermosa pero menos conocida oración al Misericordioso Jesús presente en la pequeña hostia blanca.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Hijo, Redentor del mundo, Dios, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa Hostia, que contiene la promesa de la misericordia de Dios para nosotros y especialmente para los pobres pecadores… ¡En ti confío!
Santa Hostia, en la que se encuentra el Cuerpo y la Sangre de Jesús como prueba de su infinita misericordia hacia nosotros, y especialmente hacia los pobres pecadores.
Santa Hostia, que esconde en sí misma la vida eterna y la infinita misericordia que se nos concede abundantemente, y especialmente a los pobres pecadores.
Santa Hostia, en la que se encuentra la misericordia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y especialmente para los pobres pecadores.
Santa Hostia, en la que se encuentra el precio infinito de la misericordia y que pagará todas nuestras culpas, y especialmente las de los pobres pecadores.
Santa Hostia, en la que se encuentra la fuente de agua viva que brota de la infinita misericordia para nosotros, y especialmente para los pobres pecadores.
Santa Hostia, que esconde en sí misma el fuego del amor más puro, que arde en el seno del Padre Eterno como en un abismo infinito de misericordia para nosotros, y especialmente para los pobres pecadores.
Santa Hostia, que esconde en sí misma el remedio para todas nuestras debilidades y fluye de la infinita misericordia como de una fuente para nosotros y para los pobres pecadores.
Santa Hostia, en la que se encuentra la unión entre Dios y nosotros a través de la infinita misericordia para nosotros, y especialmente para los pobres pecadores.
Santa Hostia, en la que se encuentran todos los sentimientos del dulce Corazón de Jesús hacia nosotros, y especialmente hacia los pobres pecadores.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en todas las penas y adversidades de la vida.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en la oscuridad, en las tormentas internas y externas.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en la vida y en el momento de la muerte.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en los fracasos y en la inundación de la desesperación.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en el engaño y la traición.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en la oscuridad y la impiedad que inundan el mundo.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en el anhelo y el dolor, en el que nadie puede entendernos.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en el sufrimiento y la monotonía de la vida cotidiana.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en la ruptura de nuestras expectativas y esfuerzos.
Santa Hostia, nuestra única esperanza en medio de las flechas enemigas y los esfuerzos del infierno.
Santa Hostia, en ti confío cuando el sufrimiento supera mis fuerzas y veo que mis esfuerzos son inútiles.
Santa Hostia, en ti confío cuando las tormentas desgarran mi corazón y mi espíritu temeroso cae en la desesperación.
Santa Hostia, en ti confío cuando mi corazón tiembla y el sudor de la muerte cubre mi frente.
Santa Hostia, en ti confío cuando todo se conjura en mi contra y la desesperación infundada penetra en mi alma.
Santa Hostia, en ti confío cuando mis ojos se apagan para todo lo terrenal y mi espíritu ve por primera vez el amor de Dios.
Santa Hostia, en ti confío cuando mis deberes superan mis fuerzas y el fracaso es mi compañero constante.
Santa Hostia, en ti confío cuando parece difícil practicar la virtud y la naturaleza se rebela contra ello.
Santa Hostia, en ti confío cuando me golpean ataques hostiles.
Santa Hostia, en ti confío cuando el sufrimiento y el esfuerzo son condenados por los hombres.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
Santa Hostia, en ti confío cuando tu juicio resuene sobre mí… entonces confío en el mar de tu misericordia.
Oremos: Oh, Trinidad Santísimo, confío en tu misericordia infinita. Dios es mi Padre y como su hijo tengo todo el derecho a su Divino Corazón. Cuanto más grande sea la oscuridad, más perfecta será nuestra confianza en Él.
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