La noche cae lentamente, querida madre,
¡un largo día ha quedado atrás! Una vez más me arrodillo ante tu amada imagen para agradecerte por haberme cuidado durante el día. Para pedirte que alejes el mal esta noche. Hoy he caído muchas veces, querida madre, muchas gracias han sido ignoradas desde la última vez que me arrodillé aquí.
¿No te compadecerás, madre amable, y le pedirás a Jesús que perdone los pecados de tu fiel hijo/a? Me voy a descansar porque el trabajo diario ha terminado, sus horas y momentos han pasado uno tras otro. Dios, que me juzgará, los ha registrado todos.
Él ha contado cada gracia, Él ha contado cada caída. Una gota de Su sangre derramada por los pecadores es suficiente para limpiar todas las culpas y maldades del santo. Quédate cerca de mí, querida madre, cuando mi alma despierte en la orilla de la Eternidad una mañana.
Amén.
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