El día amaneció solemne, lleno de alegría
todo el mundo aclama: el Rey de la vida venció
al príncipe de la muerte, el mal y la oscuridad.
La gente corre hacia él agitando ramas floridas
cantando una canción de victoria:
¡Gloria al Hijo de David!
Apresurémonos alegres hacia el Rey Altísimo
todos juntos: con ramas de olivo
cantemos alabanzas a Cristo.
Guía nuestros caminos, Cristo, nuestro Líder y Salvador.
Permítenos siempre cantar
con corazón puro tus alabanzas.
Gloria al Padre eterno y a su Hijo