Levántate en mí, Señor Resucitado,
tú que descendiste a la muerte y sepultaste a todos en ella.
Desciende en mí, en todo lo que está muerto en mí,
en todo lo que espera tu vida y tu luz.
Tú realmente has resucitado de la tumba y guías a los muertos hacia la vida,
a aquellos que están en la oscuridad los guías hacia la luz,
y a los pecadores los guías hacia la reconciliación con el Padre.
Levántate también en mí, desde mis tumbas,
levanta todo lo que está muerto en vida,
mi miseria en una mirada de amor,
y mi culpa en los brazos abiertos del Padre.
Amén.
A LA CENA DEL CORDERO REY
A la cena del Cordero Rey, vestidos de blanco, vamos,
pasando a través del Mar Rojo, cantemos al Señor Cristo.
A su maravilloso amor, él nos da su Cuerpo y Sangre,
ese amor que el sacerdote ofrece como sacrificio.
De la sangre, el ángel en la puerta se asusta,
el camino se abre en el mar, los enemigos son tragados por las olas.
Nuestro cáliz ahora es Jesús, nuestro Cordero pascual,
y con almas humanas puras, pan puro e inmaculado.
Oh verdadero sacrificio celestial, que has conquistado el infierno,
que has roto los lazos de la muerte y has traído el don de la vida.
Cristo despliega gloriosamente sus estandartes, venciendo al infierno,
abriendo el paraíso y liberando al rey de las tinieblas.
Que siempre seas, Jesús, nuestra alegría pascual,
liberando a los renacidos del horror del pecado y la muerte.
Toda gloria sea al Padre eterno y al Hijo resucitado,
con su gran amor para el mundo, por los siglos de los siglos. Amén.
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