Dios, a quien el pecado ofende,
y la penitencia alivia: mira con gracia las humildes súplicas de tu pueblo y aparta de ellos los azotes de tu ira, que merecemos por nuestros pecados.
A ti clamamos, Señor, escúchanos y concede a nuestras humildes súplicas la claridad del aire, para que nosotros, que somos justamente castigados por nuestros pecados, seamos precedidos por tu misericordia y experimentemos tu bondad.
Te rogamos, Dios todopoderoso, detén la inundación de lluvia y dígnate a mostrarnos la alegría de tu rostro.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos.
Amén
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