La recitación de las letanías puede comenzar con el Salmo 95, así como con el Cántico Evangélico (Lc 1, 68-79; Lc 1, 46-55; Lc 2, 29-32)
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad,
Cristo, ten piedad,
Señor, ten piedad,
Cristo, escúchanos,
Cristo, óyenos.
Padre celestial, Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo, Redentor del mundo, Dios, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, Dios, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Nueva Eva,
Madre de los vivientes,
Descendiente de Abraham,
Heredera de la promesa,
Retoño de Jesé,
Hija de Sión,
Tierra virginal,
Escalera de Jacob,
Arbusto ardiente,
Arca del Altísimo,
Arca de la Alianza,
Trono de la sabiduría,
Ciudad de Dios,
Puertas del oriente,
Manantial de agua viva,
Aurora de salvación,
Alegría de Israel,
Gloria de Jerusalén,
Orgullo de nuestro pueblo,
Virgen de Nazaret,
Llena de gracia,
Sombreada por el Espíritu Santo,
Virgen y Madre,
Sierva del Señor,
Sierva de la Palabra,
Sierva humilde y pobre,
Esposa de José,
Bendita entre las mujeres,
Madre de Jesús – Emanuel,
Madre del Hijo de David,
Madre del Señor,
Madre de los discípulos de Jesús,
Madre que se alegra en Belén,
Madre que presenta al Hijo en el templo,
Madre que huye a Egipto,
Madre que teme en Jerusalén,
Madre providente en Caná,
Madre fuerte en el Calvario,
Madre de la oración en el cenáculo,
Mujer del nuevo Pacto,
Mujer vestida de sol,
Mujer coronada de estrellas,
Reina a la derecha del Rey,
Bendita porque has creído, te alabamos.
Bendita porque has guardado la palabra, te bendecimos.
Bendita porque has cumplido la voluntad del Padre, te glorificamos.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – ten piedad de nosotros.
Padre nuestro…
– Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
– Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos
Padre, tú revelas tu amor por la humanidad de generación en generación. Te agradecemos por habernos dado a tu Hijo y nuestro Salvador a través de la Bienaventurada Virgen María en la plenitud de los tiempos. Concédenos el Espíritu de la verdad para que podamos descubrir signos de esperanza y paz en los acontecimientos históricos, y para que podamos alcanzar la libertad y la gracia en los eventos de la vida. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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