Marijo, gloriosa Reina y adorno del Monte Carmelo, con profundo respeto y gran alegría venimos hoy ante Ti para saludarte y celebrarte. El Señor te ha vestido con belleza superior a todos los Ángeles y mortales, pero también ha puesto en tu corazón un gran amor maternal por nosotros, tus hijos. Por lo tanto, venimos confiados a Ti, que en tu escapulario del Carmelo nos has dado una señal de tu protección.
**Primer día**
Tu majestuosidad se eleva sobre los cielos.
- Oh María, Madre de Gracia.
- Desde siempre, tu maravillosa imagen ha estado en los pensamientos de Dios, oh María, y lo ha encantado más que la belleza celestial de los espíritus benditos y de la belleza de Gracia de todas las criaturas. Una vez un ángel te saludó: «¡Salve, llena de Gracia!»
- Así también te saludamos nosotros, Madre de Gracia. Tu resplandor llena el cielo y la tierra.
- Aquí venimos con nuestras súplicas a Ti. Ayúdanos a conservar el precioso tesoro que hemos recibido en el bautismo del Carmelo: la Gracia que nos hace agradables a Dios. Ayúdanos a llegar a la gloria eterna, vestidos con esta vestimenta de salvación, enriquecidos con una gran fe, fuerte esperanza y ardiente amor. Madre, vigila sobre nosotros y no permitas que nadie nos quite nuestra corona. Porque los tiempos son oscuros, y hay muchos peligros. La tormenta de angustia quiere apagar la luz de la fe y la esperanza, ya no vemos el camino correcto hacia Dios. Y donde reina el odio, muere el amor. María, eres el adorno y la belleza del Monte Carmelo.
- Defiéndenos a todos con tu escapulario del Carmelo.
Todos: Salve, Reina, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, salve. A ti clamamos, exiliados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Vuelve, pues, abogada nuestra, esos tus ojos misericordiosos a nosotros, y muéstranos después de este destierro a Jesús, bendito fruto de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
- Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
- Oremos. Que crezca siempre en nosotros, Señor, el sentido de la piedad del Carmelo, para que seamos recomendados por los méritos y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, cuyo solemne recuerdo anticipamos con amor. Por Cristo, nuestro Señor.
- Amén.
**Segundo día**
- «En la alta montaña ha plantado su tienda.
- Y en esa montaña seremos salvados.»
- Oh María, recordamos este momento bendito, cuando los labios angelicales te anunciaron el milagro de la Encarnación. La Palabra Eterna, que en su misericordia descendió a nosotros, solo podía habitar en un tabernáculo inmaculado. Tú eres ese tabernáculo, que Él ha elegido, tú eres la montaña que lleva al que cura todas nuestras debilidades.
- Por eso venimos a ti, Madre de Misericordia.
- «Venid a mí todos los que me deseáis y saciaos con mis frutos. Pensar en mí es más dulce que la miel, poseerme es más dulce que el panal de miel.» (Sir 24, 19-20)
- En ti está todo el dulce sabor de la vida, en ti está toda nuestra esperanza y virtud.
- Oh Virgen benignísima, concédenos las gracias del Redentor, para que seamos dignos de ser morada de tu Hijo. Dónalas al mundo entero, para que sea impregnado por el espíritu de tu Hijo. María, eres el adorno y la belleza del Monte Carmelo.
- Defiéndenos a todos con tu escapulario del Carmelo.
Ave María…Gloria al Padre…
**Tercer día**
- «¿Quién subirá al Monte del Señor, o quién estará en su lugar santo?»
- El que tiene manos inocentes y corazón puro.»
- Oh María, concebida sin pecado, nubecilla de nieve, que te elevaste sobre la cima del Carmelo desde el mar de la humanidad pecadora. Has sido agradable a Dios en tu pureza inmaculada, con la que te ha adornado únicamente a ti.
- Oh María, mira nuestra miseria.
- Como en Cristo tenemos un mediador ante el Padre, así tú eres nuestra mediadora ante tu Divino Hijo.
- Pues tú eres la Madre del amor hermoso, del temor, del conocimiento y de la santa esperanza.
- «El que me escucha, no se avergonzará, y el que obra conmigo, no pecará.»
- Noble Madre, ayúdanos a escuchar tu voz como tus fieles hijos, a seguirte cumpliendo alegremente los mandamientos de Dios, a llegar a Él con corazón puro, quien te ha adornado tan maravillosamente y nos ha mostrado misericordia a través de ti.
María, eres el adorno y la belleza del Monte Carmelo.
- Defiéndenos a todos con tu escapulario del Carmelo.
Ave María…Gloria al Padre…
**Cuarto día**
- ¡A tu derecha está la reina!
- En vestiduras de oro, adornada con belleza.
- ¡Oh María, Reina y adorno del Carmelo! Con alegría te ofrecemos nuestro tributo. Verdaderamente, “Grandes cosas ha hecho contigo el Señor, cuyo Nombre es Santo, cuya misericordia es de generación en generación.”
- Exultaré en el Señor. Mi alma se regocija en Dios mi Salvador.
- Porque me ha vestido con ropas de salvación, me ha cubierto con el manto de justicia como una novia que se adorna con sus joyas. (Is 61,10)
- Virgen Real, deseamos ser verdaderamente tus hijos. Ayúdanos a no olvidar nunca que somos un linaje real por la Gracia de la adopción de Dios. Recuérdanos que el brillo de esta real dignidad no debe desvanecerse en los tiempos oscuros y angustiosos de la incredulidad, sino que es precisamente entonces nuestro deber sagrado, mantenerlo ante Dios y ante los hombres.
- “Bendito sea Dios, que nos ha predestinado según la decisión de su voluntad, en amor, para ser hijos suyos, por Jesucristo… para la alabanza de la gloria de su Gracia.” (Ef 1,3-6)
- Tú, nuestra Madre y Reina, enséñanos a guardar con palabra y obra la dignidad elevada de la Gracia de la adopción de Dios, que nos da parte en la vida de Dios y en la riqueza de Dios. Envuélvenos a todos con el manto del amor y guarda nuestro real adorno de Gracia.
María, eres el adorno y la belleza del Monte Carmelo.
- Defiéndenos a todos con tu escapulario del Carmelo.
Ave María…Gloria al Padre…
**Quinto día**
- Grande es el Señor y digno de toda alabanza.
- En la ciudad de nuestro Dios, en su Monte Santo.
- Maravilloso es Dios en su mundo, en ellos se manifiesta su grandeza. Pero en ti, Santa Madre de Dios, Virgen y Madre María, su Gloria brilló más maravillosamente que en cualquier criatura, tú eres más pura y hermosa que los serafines.
- “Venid todos los que teméis a Dios, escuchad, os contaré lo que ha hecho por mi alma”. (Sal 65,16)
- En tu maravillosa humildad, oh María, sabías que no eras solo la sierva del Señor, sino también la elegida entre todas, a quien todas las generaciones llamarían bendita. Por eso cantas eternamente tu alegre:
- Mi alma magnífica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador.
- Maravillosa Madre, enséñanos a maravillarnos en humildad ante las obras magníficas de Dios en nuestras vidas y a celebrarlas con gratitud.
- Que la alabanza de Dios esté siempre en nuestro corazón y en nuestros labios.
- Ayúdanos a transitar por esta vida de manera que siempre podamos cantar acerca de la misericordia del Señor.
María, eres el adorno y la belleza del Monte Carmelo.
- Defiéndenos a todos con tu escapulario del Carmelo.
Ave María…Gloria al Padre…
Sexto día
- “Gloriosamente, se habla de ti, ciudad de Dios,
- La luz te ha envuelto como un vestido.
- Reina del Carmelo, purísima Virgen María, tú eres la ciudad de Dios, tú eres el templo de su gloria: “La sabiduría edificó su casa, y talló sus siete columnas.” (Is 9,1)
- “El Señor ama la ciudad que fundó en las santas montañas.”
- Las puertas de Sión las ama más que todas las moradas de Jacob. (Sal 86,1-2) Su amor te elevó, te envolvió en la luz de la gloria como en un vestido de bodas. “¿Quién es ella que aparece como el alba?”
- Hermosa como la luna, radiante como el sol, formidable como ejército en orden de batalla,” (Cant 6,10)
- Tú, nuestra Madre, mujer fuerte, Vencedora en la batalla, defiéndenos, cuando el maligno enemigo quiera destruir la morada de nuestras almas y extinguir en nosotros la luz y el amor del Espíritu Santo. Oh Virgen amorosísima, muéstranos la señal de tu bondad, que nos guarde como ciudad santa a nuestro Dios.
María, Tú eres el adorno y la belleza de los Montes del Carmelo.
- Por tu santo escapulario protégenos a todos.
Dios te salve María…Gloria al Padre…
Séptimo día
- Oh monte santo, que el Señor eligió para su morada.
- En él quiere morar siempre. (7ª ant. en Laudes)
- “Salve, montaña fructífera y sombreada de Dios, oh María, santa Madre de Dios. En ti se crió el Cordero de Dios, que quita nuestros pecados y debilidades.” (San Germán). La cruz te sumergió en el mar de dolor, Madre del dolor, siete veces traspasada, en tu regazo se sienta el Cordero, que sangró por nuestra salvación.
- Salve, santo trono de Dios.
- He aquí nos postramos de rodillas ante Ti, oh Madre dolorosísima! En tus brazos sostienes al Hijo bajado de la cruz. “Oh, vosotros todos los que pasáis por el camino, mirad y ved.
- ¿Hay dolor como mi dolor?”
- No hay medida para el dolor de aquellos que lloran a sus seres queridos, pero es inmensa tu dolor, Virgen Madre. Ante la magnitud de tu dolor, toda otra pena y angustia del alma desaparece. Tú llevaste todos nuestros dolores por todos nosotros.
- En tu corazón materno traspasado por el dolor, nos refugiamos. Danos fuerza y consuelo para llevar todo lo que Dios quiera.
- Concédenos consejo y sabiduría en la angustia y la fuerza de tu consuelo en la vida y en la muerte.
María, Tú eres el adorno y la belleza de los Montes del Carmelo.
- Por tu santo escapulario protégenos a todos.
Dios te salve María…Gloria al Padre…
Octavo día
- “Maravillosa es mi herencia.
- Mi herencia es más dulce que la miel y el panal.”
- “Salí de la boca del Altísimo y como una nube cubrí la tierra.” (Ecli 24,3) “El Señor me creó al principio de sus caminos, como primera de sus obras.”
- Fui creada antes de los siglos, antes del principio, antes de la formación del mundo. (Prov 8,22-23)
- “¡Oh maravilla en el cielo! Una mujer vestida de sol, en sus brazos lleva la luz. ¡Oh maravilla en el cielo! ¡En el lecho de la Virgen se esconde el Hijo de Dios!” (San Epifanio).
- Oh María, en verdad, maravillosa es tu parte y dulce es tu herencia.
- Pero Dios también nos ha acogido con gracia, y Él mismo es nuestra herencia para siempre. Extiende sobre nosotros tu mano y no permitas que por vanidades terrenales perdamos los bienes eternos. Tú, nuestra Madre bondadosa, conoces nuestra debilidad e inconstancia. Sabes cuánto necesitamos tu ayuda.
María, Tú eres el adorno y la belleza de los Montes del Carmelo.
- Por tu santo escapulario protégenos a todos.
Dios te salve María…Gloria al Padre…
Noveno día
- “La montaña fue cubierta por una nube y la Gloria del Señor reposó sobre ella.
- Lo tocaré en la nube.”
- Oh María, tú eres la nubecilla llena de la gloria del Señor. Eres para nosotros una nube llena de gracia, que nos fortalece y refresca con su rocío. Eres el misterioso nubarrón que llueve sobre la tierra. Justo, en cuya fuerza atravesamos el desierto de la vida hasta la montaña del Señor.
- “Tú, Señor, habitas en medio de tu pueblo y tu nube está sobre él.” (Núm. 14,14).
- Oh María, venimos a ti, pues a través de ti el Señor nos ha tocado con sus gracias, y por ti nos ha otorgado la salvación. Eres la Madre de Cristo, y nosotros somos miembros de su cuerpo misterioso. Por eso, tú eres nuestra Madre. Aumenta nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, ayúdanos a demostrar nuestro amor cumpliendo su santa voluntad,
- Hoy nos consagramos totalmente a ti, oh María, llena de gracia.
- Acógenos, cuídanos, gobiérnanos, para que a través de ti pertenezcamos completamente a Dios.
María, Tú eres el adorno y la belleza de los Montes del Carmelo.
- Por tu santo escapulario protégenos a todos.
Dios te salve María…Gloria al Padre…
Al final recemos Las letanías a la Virgen del Carmen
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