En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Santísima Madre de Dios, gloriosa Reina del cielo y la tierra, ¡María! Yo, aunque indigno y pecador, hoy te elijo como mi Madre amorosa y Protectora, y me consagro a ti; me dedico por completo a tu servicio eterno y al amor santo hacia ti. Te ruego humildemente que, a pesar de mi indignidad, me aceptes, para que pueda atreverme a llamarte mi Madre con amor.
Porque, aunque no soy digno de ello, que tu voluntad testamentaria sea agradable, según las dulces palabras de tu Hijo Crucificado que, al morir en el altar de la Cruz, te encomendó a mí con estas tiernas palabras: «Ahí tienes a tu hijo». Y así, estando tu triste junto a la Cruz, te convertiste en mi Madre. Que mi indignidad no impida que te invoque con amor como mi Madre y que corra con plena confianza hacia el amparo de tu protección materna. A partir de ahora, decido y tengo la firme intención de amarte filialmente, venerarte devotamente y honrarte con todo mi corazón.
Por favor, muestra que eres mi Madre y permíteme perseverar como tu fiel hijo. Enciéndeme con el fuego del verdadero amor hacia ti. Permíteme disfrutar de tu dulce bondad materna. Guíame en todas mis acciones. Sé mi ayuda en todas mis necesidades. Protégeme en todos los peligros del alma y del cuerpo, especialmente en mis agonías mortales, acudiendo en ayuda con tus santos dolores. Escucha y atiende mi petición ahora mientras te imploro, oh amable, fervorosa, dulce Madre María. Amén.
MEMORIA DE LA PRIMERA PENA:
Tus Siete Dolores, Santa María, mientras reflexiono, quiero sufrir contigo, deseo morir contigo. La anciana Ana suspira y la pena derriba a Simeón, la espada hiere tu corazón, María, mientras atraviesa de un extremo a otro. Dolorosa Virgen María, que fuiste atravesada por una espada de inmenso dolor cuando Simeón predijo el sufrimiento de tu Hijo, intercede para que, a causa de mis pecados, mi corazón sea atravesado por el dolor profundo y sincero de la contrición. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA SEGUNDA PENA:
Huyes, Madre, con el niño en tus brazos, un querido peso, y el esplendor tan soleado ahora quiere ocultarse en la noche. Egipto es tu refugio, amado escondite; el Nilo ahora testigo de tus penas, desapareces en el dolor. Dolorosa Madre María, que debido a la crueldad del tirano Herodes, huiste con tu amado Jesús a la tierra extranjera de Egipto, ruega para que enmiende seriamente mi vida y me aleje y escape de todos los pecados. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA TERCERA PENA:
En las cosas del Padre, sin conocer la voluntad del Hijo, durante tres días se te ve, donde palideces como un lirio. Tu llamado resuena en caminos estrechos: «¡Hijo!» – con un gemido en el aire. Tu corazón sufre un asalto, pero no se da a conocer. Dolorosa Virgen María, que con gran temor y dolor buscaste a tu Hijo en el Templo, intercede para que yo lo busque con constante preocupación en mi corazón, y que lo encuentre y merezca obtener todo consuelo de Él. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA CUARTA PENA:
Lleva el madero de madera, mira a Jesús, lo azotan. Madre, aquí está la señal contra la que él se opondrá. La cruz pesa sobre Él, oh, mientras lleva el látigo, toda su carne se llena de sangre. Y tu corazón, Madre, ahora se sumerge en el dolor. Dolorosa Madre María, que encontraste a tu amado Hijo cargando la pesada cruz y azotado cruelmente, ruega para que, llevando la cruz de las dificultades con alegría, siga sus pasos y finalmente obtenga la felicidad eterna por Él. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA QUINTA PENA:
Calvario de amor y tristeza, viñedo de aflicción. Mira cómo consuela el viñedo, mira los clavos, la corona de espinas. Jesús aquí, clavado, todo su cuerpo está cubierto de sangre. Y tu corazón, Madre, se sumerge en el dolor. Dolorosa Virgen María, que al ver el sufrimiento de tu Hijo crucificado, experimentaste el mayor martirio del corazón, ruega para que, a través de un amor inagotable y un sincero dolor del alma, pueda ser penetrado por Aquel que fue clavado en la cruz por mí. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA SEXTA PENA:
María, mientras es una roca, siente el dolor, se rompe, y el día se oscurece como la noche. Lloras en susurros tristes, te sientas junto a la tumba. Gemidos de palomas, lágrimas de tórtolas. Dolorosa Madre María, que al presenciar la muerte de tu Hijo y ser depositado en la tumba, lloraste con gemidos y susurros tristes, ruega para que siempre me una a tu dolorosa tristeza en la tierra y, al final, merezca compartir contigo en el cielo. Amén. Ave María…
MEMORIA DE LA SÉPTIMA PENA:
Al hijo enterrado, una piedra se coloca en la tumba. María, de tanto dolor, la vida te abandona. Murmuras con un susurro triste en la gruta. Gimes como una paloma, lloras como una tórtola. Dolorosa Madre María, que ante la tumba de tu amado Hijo, sientes la agonía de la muerte, ruega para que me una devotamente a tu dolor y luto, y al final, obtenga la gracia. Amén. Ave María…
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